Reflexiones para tí.

Los Ancianos

Y Hebrón, y los ancianos de todos los lugares donde David y sus hombres habían vivido. 1 Samuel 30:31.

David acaba de derrotar a los amalecitas, y cuando llega a su ciudad reparte parte del botín entre los ancianos de los diferentes lugares en los que él y sus hombres habían vivido.

La gente de las ciudades no esperaba que les llegara parte de ese botín; ellos no habían hecho nada para ganar ese regalo. David no tenía la obligación de enviarles parte de lo que había ganado en su batalla.

Lamentablemente, muchos de nosotros no sabemos ser agradecidos. Los favores recibidos (de otros o de Dios) son rápidamente olvidados.

Para los seres humanos, orgullosos y siempre inclinados a colocarnos en el lugar más importante del momento, agradecer es una muestra de debilidad; quizá por eso llama la atención la actitud del rey David. Si hubieras estado en su lugar, ¿habrías hecho lo mismo?

Si en muchas circunstancias nos cuesta ser agradecidos, da la sensación de que cuanto más cercana es la persona que nos ayuda menos necesidad tenemos de agradecer. ¿Cuántas veces te descubriste siendo desagradecido con tu madre, con tu padre, con tu profesor? Nos comportamos como si fuera obligación de ellos ayudarnos, sin esperar nada a cambio.

Dios te bendice, y te permite tener a tu disposición elementos concretos para agradecerles a las personas que te han ayudado.

Para con Dios tenemos una actitud similar. No tenemos más remedio que agradecerle por los alimentos, el nuevo día de vida y la noche de descanso… pero la cuestión es nuestra postura en el resto de las -largas- horas que vivimos lejos de nuestra cama y de la mesa. Si agradeciéramos al Padre por todas las bendiciones que nos ofrece, no tendríamos tiempo para quejarnos por nada.

En la vida espiritual, la falta de agradecimiento está basada en la creencia del merecimiento. No agradezco lo que recibo de Dios porque ¡lo merezco! Soy bueno, voy a la iglesia, me baño todos los viernes para ir al culto, hasta canto en el coro de la iglesia. ¡Obviamente que Dios tiene que ser bondadoso y generoso conmigo!. Con su acción, David nos enseña hoy algo que debemos recordar siempre: ser agradecidos.

 

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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